Pero la celebración ya acabó, nos reímos mucho, lo pasamos bien y nos dolió (mucho) la cabeza al día siguiente. Y ahora hay que seguir hablando de lo que nos gusta. Hoy hablamos de Haneke y su genial Funny Games.
Mientras Anna (Susanne Lothar) y Georg (Ulrich Mühe) se dirigen junto a su hijo Schorschi a su casa de verano para descansar unos días, no pueden imaginar el infierno en el que sus vacaciones están a punto de convertirse. La aislada casa de campo se transforma en una ratonera sin salida cuando dos jóvenes, de apariencia inocente, se cuelan en el interior de la vivienda, donde mantendrán secuestrada a la familia. El miedo y la tensión se apoderan desde ese momento de la escena. La lucha por la vida de unos se enfrenta con las ansias de dolor y muerte en los otros, una batalla de la que no pienso desvelar aquí el final.
Haneke consigue con esta película algo muy difícil, pero que no es otra cosa que la base real de la interpretación: que el espectador empatice con el personaje, que nos pongamos en el lugar del que está al otro lado y sintamos su dolor, su miedo y su desesperación. En Funny Games se llega a sentir. La brillante actuación del reparto nos empuja a sentirnos encerrados dentro de esa casa, vigilados por dos enfermos mentales de esos que no levantan la voz ni se ponen nerviosos, de esos cuya tranquilidad produce escalofríos.
Con poca música y a penas efectos especiales, la conversación, el diálogo, cobra todo el peso dramático de la acción; la tensión parte directamente de la situación. La casa de campo se convierte en un espacio cerrado del que es imposible salir. Pero lo más curioso es que la propia finca que rodea la casa, espacio abierto por excelencia, se transforma también en una terrible cárcel, dentro de la que transcurre toda la acción.
Angustiosa y a ratos agónica, Funny Games es una obra que hay que ver. Os aseguro que no os dejará indiferentes. Estoy seguro de que alguno encontrará cierto aire a La naranja mecánica, del genial Stanley Kubrick, y a su ultraviolencia: la violencia sin motivo, por diversión, la violencia por la violencia.
No puedo dejar de mencionar uno de los aspectos más interesantes de esta obra de Haneke: la complicidad con el espectador. Que personajes hablen directamente con los espectadores, rompiendo la estructura tradicional de la escena, nos hace cómplices de una situación aterradora. ¡Ah!, casi se me olvida: ojo con los mandos a distancia.
Enhorabuena por el premio :) justo vi esta película el otro día y me dejó marcado. Es cierto que hay que verla, pero no como pasatiempo, claro ;) Un saludo.
ResponderEliminarGracias, Juan.
ResponderEliminarA mí también me pareció una buena película; impactante, sin duda :).
¡Un saludo!